Dr. John (Doctor Yo-Han) es una serie de SBS transmitida en el 2019, inspirada en la novela japonesa «Kami no Te» (Hand of God) de Yo Kusakabe (2010). En ella, Ji Sung da vida al Dr Cha Yo-Han (John), brillante anestesiólogo que lidera la clínica del dolor de un hospital en Seúl. Su pareja protagónica corrió a cargo Lee Se-Young: la residente de anestesiología Kang Shi-Young, su aventajada discípula.
Este drama médico confronta un viejo dilema ético de la medicina: el suicidio asistido o eutanasia, como combustión del argumento. Pero lo lleva un paso más allá de la novela nipona, cuando el guionista adaptador Kim Ji-Woo, hábilmente coloca sobre la mesa quirúrgica una de las cualidades más exaltadas entre las competencias prosociales, prácticas profesionales, de comunicación y liderazgo, inteligencia emocional, así como parte o complemento de la Teoría de la Mente. Hablamos, claro está, de la empatía.
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Empatía, ¿qué sabemos o qué creemos saber sobre ella?
Aunque su lexema pathos (del griego sentir), deja claro su vínculo con palabras afines como simpatía, apatía, antipatía, no son intercambiable. Empatía sería, en una traducción directa de εμπάθεια, “sentir en el interior”.
Cuando hablamos del concepto de empatía, y lo definimos de forma breve, como “la capacidad de ponerse en el lugar del otro”, las personas tienden a concentrarse en las expresiones físicas y motoras de este fenómeno, y las identifican con el aspecto vicariante del proceso. Ello se traduce en que sentir empatía por alguien representa sentir(físicamente) lo que el otro siente. De este aspecto sensorial (sentir) se va directamente a la elaboración cognitiva (comprender): “si lo sientes, lo entiendes.” Pero ¿es realmente así?
Por otro lado, la empatía es llamada la quintaescencia del arte de la medicina, según concuerdan varios artículos, que no solo establecen la empatía como un medidor de excelencia para los doctores, sino que define la medicina como un arte, donde la subjetividad y la intuición tienen un mayor peso que el análisis y la constatación.
Este paradigma podría ser el que está en la base del pensamiento de muchas personas para establecer una relación directa entre experimentar dolor físico y sentir empatía. Sin embargo, los hallazgos neurobiológicos y de psicología social en los últimos años sobre este fenómeno nos cuentan cosas bastante diferentes.
«La agonía de vivir sin dolor»
Con este título BBC publicó en el año 2012, el reportaje sobre un joven sueco de 31 años, el señor Steve Pete, casado, con tres hijos saludables, que padece de una enfermedad congénita la cual le imposibilita sentir la respuesta de autoprotección más efectiva del cuerpo humano: el dolor. Su hermano Chris (ya fallecido en el momento del reportaje) y él vivieron su infancia entrando y saliendo de hospitales debido a las continuas fracturas, quemaduras, heridas en córnea, lengua y dedos, que, a pesar de la continua vigilancia y cuidado de sus padres, no llegaban a prever o evitar. Ambos nacieron con el mismo raro y complejo trastorno genético que el Dr. Cha Yo-Han ha tratado de ocultar al mundo y que es revelado en el episodio 12: la Insensibilidad Congénita al Dolor conocida como CIP(A) por sus siglas en inglés (Congenital Insensitive to Pain -with Anhidrosis-)
Esta enfermedad que puede presentarse con o sin Anhidrosis (es lo que representa la letra A, y significa la ausencia/disminución importante de la sudoración por desconexión entre vías nerviosas y glándulas sudoríparas), son tipos de Neuropatía Autonómica Recesiva Hereditaria (HSAN del inglés Hereditary Sensory and Autonomic Neuropathies), muy infrecuente a nivel mundial, en las que el estímulo doloroso no es transmitido adecuadamente al sistema nervioso central debido a un defecto de mielinización de las vías sensitivas y autonómicas. Esto es causado por una mutación genética ya identificada en el gen NTRK1. Sus características principales son la insensibilidad al dolor, ausencia o severa disminución de la sensibilidad la temperatura, hiperpirexia (que produce peligrosas fiebres y golpes de calor), anhidrosis, automutilaciones, disminución significativa del parpadeo reflejo, y puede haber o no retraso mental. Con el tiempo los pacientes desarrollan infecciones crónicas oseas, artropatías y pueden requerirse amputaciones.
Como la historia real del señor Pete, el personaje de Dr. Yo Han ha batallado por su integridad física. A pesar de ello, el registro médico que el mismo realiza, o como él lo llama, su “método de supervivencia” habla de la difícil condición de vivir sin dolor. Se ha visto obligado a encontrar una manera de “monitorear su cuerpo, que no le habla.” Como compensación, desarrolla una capacidad de constante observación, análisis y evaluación del entorno y de su propio cuerpo “para conocerlo y entenderlo”, tal como una persona ciega desarrolla un gran capacidad auditiva y percepción táctil. Podemos ver su estrategia compensatoria en múltiples detalles colocados con maestría en la puesta en escena y la actuación.
Entonces, ¿es posible que el cerebro de una persona que no siente dolor cree empatía? ¿Qué papel relevante juega la sensación dolorosa en esto?
Cerebro adentro: el reflejo y el aprendizaje de las neuronas espejo.
Durante mucho tiempo se discutió si la empatía es un proceso emocional (“sentir la emoción de forma vicariante”) o cognitivo (“ponerse mentalmente en el lugar del otro”), hasta que M.H. David (1983) establece que el fenómeno integra tanto aspectos cognitivos como emocionales. Hoy se conoce que la respuesta empática, relevante en la adaptabilidad y la integración social, se produce a partir de tres momentos o factores:
- una observación/recepción (receptividad sensorial)
- una comparación con la información almacenada sobre experiencias previas (toma de perspectiva, y anticipación-identificación, también llamada fantasía),
- una respuesta empática que identifica y refleja el estado emocional del otro (expresado en la preocupación empática, malestar personal, alegría empática, etc)
En todo este proceso, juegan un papel fundamental, las células cerebrales denominadas neuronas espejo de la corteza frontal premotora, las áreas motoras y de la corteza parietal. Ellas son capaces de reproducir las acciones observadas en otro individuo, las identifican y codifican, ayudando a comprenderlas y a anticiparse a la intención de estas acciones, lo cual es un importante componente de la empatía.
La percepción y el procesamiento de un estímulo que causa dolor se debe a la combinación de componentes sensoriales y emocionales. Los hallazgos clínicos que han estudiado los circuitos del dolor físico o matriz del dolor, relacionados con la empatía han encontrado que el sustrato neuronal para la experiencia empática no involucra la matriz del dolor completa, por lo que los autores concluyeron que sólo la parte de esta matriz asociada con las cualidades afectivas (la ínsula anterior bilateral, la corteza cingulada anterior rostral, el tronco cerebral y el cerebelo), y no con las cualidades sensitivas, parecen mediar en la empatía.
Otras investigaciones han concluido que la empatía somática hacia el dolor está muy asociada a la capacidad para evaluar las expresiones faciales motoras de dolor en el rostro ajeno, lo cual tiene un circuito neuronal diferente al de la “matriz del dolor”, pero coincide con el reconocimiento facial y al procesamiento afectivo.
Finalmente, uno de los hallazgos más interesantes se refiere al papel de la corteza cingulada anterior (CCA) en el aprendizaje aversivo. Gracias a esta estructura se aprende por evitación observacional (función también de las neuronas espejo), la naturaleza dolorosa de algo sin necesidad de experimentarlo personalmente. Y gracias a este mecanismo el joven Cha Yo-Han pudo entender que su padre, al vomitar sangre y caer al suelo, estaba en peligro aun cuando ni él, ni su padre podían precisar dónde estaba localizado el dolor. Y es este entrenamiento sobre las señales que emite el cuerpo más allá de la respuesta dolorosa permite al doctor Yo-Han reconocer de inmediato la llega de Lee Ki Seok, un joven paciente de CIPA, a su hospital.
¿Recuerdan por qué el joven Lee Ki Seok, acude a la consulta llevado por su madre? Porque se enfrentó a quienes golpeaban a su hermano menor diciendo que le pegaran a él, pues él no sentía dolor. ¿Necesitaba sentir dolor físico para entender que su hermano estaba sufriendo y protegerlo? La empatía afectiva (sentimientos filiares y de compasión por el hermano, vivencias emocionales relacionadas con la humillación, el abuso psicológico o el acoso), y la empatía cognitiva, (entender que una acción de valentía puede contrarrestar la agresión) no necesitan de la activación de la “matriz del dolor”, para propiciar la preocupación empática.
¿Pero, acaso toda respuesta empática es altruista y positiva? Hablemos ahora del aspecto multidimesional de la empatía.
CONTINUARÁ…
Te adelanto, Carlos E. , que este es un tema sobre el que quisiera volver más adelante, pues no solo tiene un rol vital dentro de la psicoterapia y el aprendizaje, sino también en la dramaturgia televisiva. Me agrada que hayas disfrutado este post, y muchas gracias por tus comentarios.
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Me parece muy bien en este post cómo se logra introducir, exponer o para algunos simplemente llamar su atención sobre un tema tan especial en las relaciones interpersonales como lo es: “la empatía”
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